Es común que algunos adultos tengan dificultades para encontrar direcciones; manifiestan complicaciones en la realización de alguna tarea de construcción, olvidan como es alguna figura u objeto o tienen dificultades para describirlos, y tienen confusiones con la izquierda y la derecha.
Lo anterior se encuentra relacionado con la habilidad espacial, que inicia su desarrollo desde los primeros meses de vida, de ahí la importancia de estimular a los pequeños en esta área, ayudarlos a ubicarse de mejor forma en el espacio.
Con el recién nacido se puede trabajar la estimulación espacial de varias maneras, una de ellas es recostar al bebé en diversos espacios del hogar; puede estar sobre el porta bebé, en el piso sobre una colcha, en la cama, en brazos de los padres en diferentes posiciones o en su cuna, recostado unos días con la cabeza hacia una cabecera y otros hacia la opuesta; boca arriba, en otros momentos boca abajo, de un lado o de otro, permitiendo que mire diversos lugares, y al mismo tiempo nombrarle los espacios y objetos del lugar en que se encuentra, por ejemplo, “esta es tu recámara” o “ahora te voy a dejar en tu sillita, para que puedas verme mientras cocino”.
Estas actividades se pueden continuar durante el tercer y cuarto mes, y además situar en su campo de visión (a 30 cm.) móviles e ilustraciones, por ejemplo de cuadrícula grande coloreada intercaladamente de colores blanco y negro. Sobre ésta puede pegar figuras geométricas de colores llamativos, principalmente tonalidades rojas, y cambiarlos de lugar; también, hablarle desde diferentes lugares, o mientras nos acercamos o nos alejamos.
A partir del quinto mes de vida se pueden mostrar al bebé fotografías grandes del rostro de papá y de mamá, nombrándolos; puede colocar un espejo irrompible amarrado a los barrotes de la cuna, para que pueda observar todo el tiempo sus propias expresiones al despertar. Observe la reacción del bebé y las muestras de alegría al reconocer los rostros.
A los 8 meses, se puede comenzar a trabajar con los tableros de formas mencionando a los bebés el nombre, color de la figura y tamaño. Durante los próximos meses y hasta el segundo año de vida, también puede permitir que el bebé juegue con diferentes texturas, como gelatina, migajón de pan, fideos cocidos o puré, para que relacione objetos y texturas. Que apile cubos, y meta y saque juguetes de diferentes recipientes.
Lo anterior se encuentra relacionado con la habilidad espacial, que inicia su desarrollo desde los primeros meses de vida, de ahí la importancia de estimular a los pequeños en esta área, ayudarlos a ubicarse de mejor forma en el espacio.
Con el recién nacido se puede trabajar la estimulación espacial de varias maneras, una de ellas es recostar al bebé en diversos espacios del hogar; puede estar sobre el porta bebé, en el piso sobre una colcha, en la cama, en brazos de los padres en diferentes posiciones o en su cuna, recostado unos días con la cabeza hacia una cabecera y otros hacia la opuesta; boca arriba, en otros momentos boca abajo, de un lado o de otro, permitiendo que mire diversos lugares, y al mismo tiempo nombrarle los espacios y objetos del lugar en que se encuentra, por ejemplo, “esta es tu recámara” o “ahora te voy a dejar en tu sillita, para que puedas verme mientras cocino”.
Estas actividades se pueden continuar durante el tercer y cuarto mes, y además situar en su campo de visión (a 30 cm.) móviles e ilustraciones, por ejemplo de cuadrícula grande coloreada intercaladamente de colores blanco y negro. Sobre ésta puede pegar figuras geométricas de colores llamativos, principalmente tonalidades rojas, y cambiarlos de lugar; también, hablarle desde diferentes lugares, o mientras nos acercamos o nos alejamos.
A partir del quinto mes de vida se pueden mostrar al bebé fotografías grandes del rostro de papá y de mamá, nombrándolos; puede colocar un espejo irrompible amarrado a los barrotes de la cuna, para que pueda observar todo el tiempo sus propias expresiones al despertar. Observe la reacción del bebé y las muestras de alegría al reconocer los rostros.
A los 8 meses, se puede comenzar a trabajar con los tableros de formas mencionando a los bebés el nombre, color de la figura y tamaño. Durante los próximos meses y hasta el segundo año de vida, también puede permitir que el bebé juegue con diferentes texturas, como gelatina, migajón de pan, fideos cocidos o puré, para que relacione objetos y texturas. Que apile cubos, y meta y saque juguetes de diferentes recipientes.
En el segundo año de vida a algunos pequeños les llama mucho la atención salir a la calle. Aproveche esta situación para llevarlo de paseo al parque, permitiendo que el niño dirija un poco el camino. Oriéntelo también, mostrándole dónde están los jueguitos, cómo llegar a casa o al carro estacionado.
Comience a describirle objetos con características similares para que el pequeño asocie esas características y muestre indicios de clasificación y categorización, por ejemplo puede darle cubos de un mismo color, guardar juguetes según su tipo en diferentes recipientes y al mismo tiempo darle indicaciones de cómo realizar la actividad.
A partir del tercer año de vida el lenguaje de los pequeños es más fluido, integrando muchas palabras en su vocabulario. Al salir en el vehículo con el pequeño dirigiéndose a un lugar determinado, es conveniente hacerle saber al niño a dónde van, cuánto tiempo falta, mostrarle las casas, autos que se encuentran alrededor, en pocas palabras permitirle que explore el camino a la casa de sus seres queridos. Poco a poco él participará más en esa dinámica, posteriormente se le pueden hacer preguntas para desarrollar su memoria sobre lo vivido, por ejemplo “te acuerdas cuando fuimos a la casa de la abuela”; para motivarlo a expresar sus conocimientos, ayudándolo y sin forzarlo.
En casa pueden construir figuras apilando cubos u otros materiales útiles como recipientes o envases que no sean peligrosos para apoyar al pequeño y a la vez permitirle espacio para que realice la actividad a su propio ritmo, sin ayudarlo, o hacer las cosas por él, al mismo tiempo el padre o madre pueden ir realizando otra construcción para que el pequeño imite las acciones realizadas. Después de realizada esta actividad es conveniente destruir sutilmente la obra realizada mostrando al pequeño la relación causa efecto, decirle “Mira si quitamos una pieza ¿derribamos los cubos?, ¿se destruye la casita construida?”. Y permitir que el niño también lo intente sin dar pie al desorden.
Recuerde siempre que cada momento del día es propicio para brindar un estímulo adecuado a los pequeños que se encuentran siempre listos y expectantes para experimentar y aprender algo nuevo del medio que los rodea. Finalmente se debe aprovechar cada momento que pasa junto al pequeño, haciendo como hábito, el ofrecerles nuevas oportunidades de aprendizaje y experiencias, explorando y jugando junto al bebé.