LA MÚSICA Y LOS NIÑOS

martes, 8 de abril de 2008

El desarrollo de las habilidades musicales en los pequeños es considerado frecuentemente de poca importancia. En ocasiones tales motivos suelen ser que los padres no pretenden que sus hijos se destaquen en esos ámbitos o bien, como no tienen un interés particular en la música o el baile, no procuran estimular a sus pequeños en lo que a esto se refiere.

Hay pequeños que nacen con sus habilidades musicales muy marcadas, ya que le fueron heredadas (en su carga genética) de algún familiar cercano, como un tío, o de papá o mamá. Pero también se puede favorecer el desarrollo de estas habilidades, incluso si en ambas familias de algún niño no existiesen antecedentes de personas que mostraran un especial interés por la música; cómo hacerlo es muy fácil de responder, simplemente poniendo a los bebés en contacto con todas las actividades que desarrollen destrezas musicales, como escuchar música, cantar, bailar, tocar o jugar con algunos instrumentos musicales, entre otras. Los pequeños pueden realizarlas por sí solos siendo motivados por los adultos; pueden observar cómo los demás lo hacen o combinar estas dos actividades anteriores.

La música favorece muchas habilidades en cuerpo y mente. Propicia el desarrollo del oído, el sentido del ritmo, hace que las personas sean sensibles musicalmente, y ante esta sensibilidad ejerciten su cuerpo con el baile al moverse al ritmo, expresando así las emociones y el gozo provocados por la música. También favorece el desarrollo del lenguaje al momento en que los pequeños procuran pronunciar las frases o palabras de una canción, así como también imitan los movimientos exagerados al momento de cantar, ejercitando los órganos del habla.
El aprendizaje de alguna letra, ritmo o baile, requieren de concentración y memorización, por lo tanto estos otros beneficios musicales favorecen el pensamiento matemático.

Toda esta serie de favores que conlleva la música pueden comenzar a trabajarse desde el vientre materno, ya que el oído de un bebé comienza a desarrollarse desde el 7° mes de gestación, teniendo preferencia por las voces suaves, filtrando los sonidos graves, ya que si no lo hicieran les molestarían todos los sonidos del interior del cuerpo de la madre; de esta forma los bebés nacen oyendo bien, de ahí la importancia de familiarizar a los niños con los sonidos externos estando aún en el útero, como por ejemplo las voces de mamá y papá diciendo frases de cariño, incluso platicando lo que hacen durante el día, describiendo su habitación, sus juguetes, familiares, etc.
También pueden cantarle y ponerle música de diferentes estilos, se recomienda música clásica o barroca, por mencionar algunas, con el objetivo de relajar a los bebés, permitiéndoles permanecer libres de tensiones, mejorar su capacidad de concentración, y estar en armonía emocional que permita la comunicación.

Para los recién nacidos (primer año de vida) se pueden continuar realizando las mismas actividades, marcando el ritmo de la música con pequeñas palmadas sobre sus cuerpos, como cuando los arrullan, e incluyendo sonajas y algunos instrumentos musicales que no sean muy ruidosos para evitar irritar al bebé, y que a su vez sean seguros.
En el tercer mes de vida los pequeños tienen la capacidad de buscar la fuente del sonido, una vez localizado el objeto sonoro o instrumento, el adulto puede aproximarlo a sus manos ayudándole al niño a experimentar la sensación de tocarlo con el fin de que lo conozca y lo relacione con el sonido que produce.

Desde el cuarto mes, el bebé ya es capaz de distinguir la voz de mamá entre los demás sonidos, es recomendable que le canten y dancen para que aproximadamente al sexto mes, el niño comience a dar indicios de sus habilidades musicales, “bailando” al ritmo de la música.
Por naturaleza los bebés siguen el ritmo musical con mayor o menor habilidad. A partir de los seis meses, un ejercicio de baile que pueden realizar mamá y papá con el niño, mientras mamá tiene en brazos al bebé con la cara hacia papá, éste baila en su lugar y toma las manos del pequeño como si fuera su pareja y mamá lo mueve al ritmo de la canción que ambos entonan motivando al pequeño a unírseles con su balbuceo.

De los seis a los doce meses de vida se pueden incorporar cada vez más melodías e instrumentos musicales aprovechando las nuevas habilidades motoras para tocar instrumentos como golpear un tambor, presionar las teclas de un órgano cuando aprende a utilizar el dedo índice.

En el segundo año de vida los pequeños demuestran más interés por diversos instrumentos y objetos; debe permitírsele que escoja su instrumento preferido, aquel que le llame más la atención y que lo haga sentir cómodo, aunque esto puede variar de una semana a otra. También permitirle que escuche música y la acompañe con su instrumento favorito.



El baile con los padres además de ser divertido reforzará sus lazos afectivos, en ocasiones es conveniente tomar al pequeños en brazos y bailar juntos para ritmos movidos, y otras veces, ponerlo sobre una mesa para que quede a la altura del adulto (tomando las precauciones necesarias) y que pueda apreciar e imitar los movimientos realizados por el adulto.
En una habitación semi oscura, con música de fondo, apoyándose de una linterna, marcar los ritmos por medio de la luz, es decir, prendiendo y pagando la linterna y después permitir que el niño también lo realice.

En el tercer año de vida se puede ayudar al pequeño a crear juguetes sonoros con materiales del hogar. En compañía de los padres el pequeño disfrutará mucho este juego. Se vacía cereal u otro material (algo que sea un poco duro y que no implique riesgo para los niños en caso de llevarlo a la boca) dentro de una caja pequeña, se cierra con cinta adhesiva para evitar que se abra y salga su contenido y se comienza a sacudir creando sonido, enseñándole a diferenciar ritmos. Algo más sencillo es tomar algún sartén de poco peso y con alguna cuchara golpearlo improvisando un tambor; además se pueden poner dentro de un frasco pequeño de plástico transparente, unos dulces de colores, y agitarlos al ritmo de una canción, y dejar que el pequeño haga lo mismo.
También se pueden inventar canciones que incluyan actividades de la vida cotidiana del niño o que contengan también palabras difíciles de pronunciar para ir propiciando su reconocimiento y futuro logro en la pronunciación.
Es importante aprovechar la música, canciones y bailes para platicar sobre el tema, el tipo de música, y preguntar si le gusta al pequeño, generando mayor interés.

Hay que recordar que el favorecer el desarrollo de las habilidades musicales en sus pequeños, no implica hacerlos músicos o bailarines, sino ofrecerles oportunidades y estímulos para que tengan contacto con la música y el ritmo del medio que les rodea, concediéndoles tener a su alcance múltiples habilidades.
Por ultimo, hay que recordar que los adultos son indispensables en la estimulación del desarrollo de los pequeños, por lo mismo deben estar interesados y tener mucha imaginación y creatividad para inventar actividades e instrumentos con materiales sencillos que sean propicios para el desarrollo de estas y otras habilidades en el pequeño, fomentándoles también la creatividad e ingenio.

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